miércoles, 3 de diciembre de 2008

Rafael del Naranco: La genuflexión de los gallinazos

Todo el mundo se pregunta: ¿Por qué lo aceptan?
  • Rafael del Naranco
Pío Gil escribió un ejercicio sobre las cualidades de algunas naciones, entre ellas Grecia, Roma y Cartago.

Al llegar el turno a esta tierra de gracia y desgracias, dijo: "Los venezolanos tenemos el culto de la servilitud y somos felicitadores. El servilismo y el despotismo se han colocado frente a frente (...) Si no hubiera déspotas no habría serviles; si no hubiera serviles, no habría déspotas. De manera que los áulicos son coautores con el déspota de las ruinas de un país".

Este párrafo refleja la descomposición del poder y su larva gelatinosa adherida a toda dictadura -sea de izquierda o derecha- y cuyos resultados son los mismos: subyugar y elevar oratorios al caudillo de turno.

Sucedió en tiempos de Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez. Ahora nos hallamos en la égida de Hugo Chávez.

El 23-N, una vez conocidos los resultados de las elecciones regionales, el Presidente expresó ufano ante los periodistas extranjeros: "¿Quién puede decir que en Venezuela hay una dictadura?".

Los comunicadores foráneos, al no retozar aquí, pudieran aseverar sus palabras, pero si se hubieran quedado un tiempo más, escucharían perplejos las expresiones escatológicas contra los gobernadores y alcaldes electos de la oposición, cuando ordenó de manera desencajada y enfurecida no dejarles gobernar, mientras lanzaba contra ellos a sus rojos batallones reservistas.

Un país, aún con elecciones, no será democrático si los poderes del Estado se cobijan bajo la voluntad de una sola persona, y dispuestos a doblegarse ante su más mínimo pensamiento.

La reelección presidencial, un tapado que jamás lo fue, ha sido ayer exteriorizada tras la pantomima y genuflexión característica de los aduladores, hacia un régimen cuyo sentido común es el menos coherente de todos.

El presidente fracasó hace un año en su intento de instaurar la reelección ilimitada al ser rechazada en las urnas. Ese garrotazo, más el de hace una semana, le llevan por el camino del desespero. Si fuera un demócrata -y no lo es- hubiera aceptado la opinión de las urnas.

Volverá a tener al país en zozobra, se gastarán millones de bolívares en su campaña, mientras los serviles gallinazos de turno se aglomerarán, como diría García Márquez, al contorno de "una podrida grandeza".

El diálogo mantenido por Cara de Ángel y el ministro de Guerra, en la obra El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, es revelador: "¿Para dónde tira, general?". "Para donde el Patrón". "Entonces vamos juntos".

Fuente: El Mundo.com.ve

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